miércoles, 27 de enero de 2010

Aver que me dice después... So payaso.

Que el rosa no es un color solo lo apreciamos unos pocos, unos pocos que no vivimos en ese mundo en el que vivimos. Que tratamos de alejarnos de la tormenta para ser independientes... Parece ser que cuanto más tonto eres más molas.

Actualmente tu indice de popularidad es directamente proporcional a los amigos que tengas en tuenti, la cantidad de fotos de tu careto que hayas subido cada día, y las estupideces que pones de estado.

Tienes muchísima más cultura si hablas del nuevo novio de "la Esteban" y te sabes toda su vida que si hablas del hambre en el mundo... Já, no voy a ser hipócrita. Nadie habla de eso, ni siquiera yo. Era por poner un ejemplo... Lamentablemente no me da el cerebro para crear un buen ejemplo de lo que verdaderamente sería tener cultura, debo de molar mucho. Recuerda: Cuando menos cerebro, más posición social.

- Ey tio !! Viste "X" película?
- Ostia si, mola cuando empiezan a decir palabrotas y se meten de ostias... Lo de la media hora hablando sobre cosas éticas no me molo nada, fué una chapaaaaaaaaa !!


- Tenía tanto que darte, tantas cosas que contarte (8) WTF !!!?!

-

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DIOOOS !! No quiero vivir en un mundo lleno de imbéciles... Ni eres tan guapo, ni molas tanto, ni eres el rey del mundo. Eres feo, te crees "guay" y eres un mamón.

No quiero un mundo simple, lleno de canciones todas igual que no digan nada, ni de gente fea haciendose fotos en el espejo, no quiero modas ni que comenten mi vida.

Quiero una maldita jarra de cerveza, analizar los segundos sentidos de las películas, salir vestido como quiera y que nadie me diga nada... y quiero que suene Extremoduro a todas horas O_O



Firmado, Dante =D

miércoles, 13 de enero de 2010

"Esa gentuza"

Me ha dado por leer artículos de Arturo Pérez Reverte, y viendo que me tocaba actualizar (sí, me demoré, lo siento) aprovecho para hacer una "entrada vaga" y poneros uno de sus textos que más me han gustado, con el título de la entrada, ya que no tengo ningún tema interesante que atacar y sobre el que explayarme a gusto:


"Paso a menudo por la carrera de San Jerónimo, caminando por la acera opuesta a las Cortes, y a veces coincido con la salida de los diputados del Congreso. Hay coches oficiales con sus conductores y escoltas, periodistas dando los últimos canutazos junto a la verja, y un tropel de individuos de ambos sexos, encorbatados ellos y peripuestas ellas, saliendo del recinto con los aires que pueden ustedes imaginar. No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio. No es un acto reflexivo, como digo. Sólo visceral. Desprovisto de razón. Un estallido de cólera interior. Las ganas de acercarme a cualquiera de ellos y ciscarme en su puta madre.

Sé que esto es excesivo. Que siempre hay justos en Sodoma. Gente honrada. Políticos decentes cuya existencia es necesaria. No digo que no. Pero hablo hoy de sentimientos, no de razones. De impulsos. Yo no elijo cómo me siento. Cómo me salta el automático. Algo debe de ocurrir, sin embargo, cuando a un ciudadano de 57 años y en uso correcto de sus facultades mentales, con la vida resuelta, cultura adecuada, inteligencia media y conocimiento amplio y razonable del mundo, se le sube la pólvora al campanario mientras asiste al desfile de los diputados españoles saliendo de las Cortes. Cuando la náusea y la cólera son tan intensas. Eso me preocupa, por supuesto. Sigo caminando carrera de San Jerónimo abajo, y me pregunto qué está pasando. Hasta qué punto los años, la vida que llevé en otro tiempo, los libros que he leído, el panorama actual, me hacen ver las cosas de modo tan siniestro. Tan agresivo y pesimista. Por qué creo ver sólo gentuza cuando los miro, pese a saber que entre ellos hay gente perfectamente honorable. Por qué, de admirar y respetar a quienes ocuparon esos mismos escaños hace veinte o treinta años, he pasado a despreciar de este modo a sus mediocres reyezuelos sucesores. Por qué unas cuantas docenas de analfabetos irresponsables y pagados de sí mismos, sin distinción de partido ni ideología, pueden amargarme en un instante, de este modo, la tarde, el día, el país y la vida.

Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes. Cómo se han trajinado –ahí no hay discrepancias ideológicas– el privilegio de cobrar la máxima pensión pública de jubilación tras sólo 7 años en el escaño, frente a los 35 de trabajo honrado que necesita un ciudadano común. Cómo quienes llegan a ministros tendrán, al jubilarse, sólidas pensiones compatibles con cualquier trabajo público o privado, pensiones vitalicias cuando lleguen a la edad de jubilación forzosa, e indemnizaciones mensuales del 100% de su salario al cesar en el cargo, cobradas completas y sin hacer cola en ventanillas, desde el primer día.

De cualquier modo, por hoy es suficiente. Y se acaba la página. Tenía ganas de echar la pota, eso es todo. De desahogarme dándole a la tecla, y es lo que he hecho. Otro día seré más coherente. Más razonable y objetivo. Quizás. Ahora, por lo menos, mientras camino por la carrera de San Jerónimo, algunos sabrán lo que tengo en la cabeza cuando me cruzo con ellos."

Ahí lo dejo, poco más tengo que añadir. Por desgracia, y por mucho que se escriba sobre asuntos de esta índole, va a ser difícil que se ponga a cada uno en su sitio, por el camino que llevamos.

Aconsejo, además, leer otro de sus artículos: "Permitidme tutearos, imbéciles", que es algo más agresivo que este y trata sobre un tema similar... encima la frase con la que concluye el artículo me parece brutal.