Hace poco me dio por volver a revisionar “El Club de la Lucha” (por enésima vez), película que pese a su engañoso título no es únicamente de acción. Contiene un mensaje (uno, de los múltiples que transmite, del que hablaré hoy) a mi parecer muy interesante, y que últimamente me da para reflexionar: el consumismo.
Y es algo que me trae por la calle de la amargura estos días. Nunca pensé que sería algo de lo que me preocuparía, pero más aún en estas fechas es como para hacérselo mirar. Las personas somos como un rebaño de ovejas que se dirige sin pensar a las tiendas para comprar, coger, pedir y acabar deseando objetos que, pese a lo que nos atraigan, en el fondo no nos darán una felicidad plena. Sí, suena a topicazo, pero personalmente pienso que es totalmente cierto (de hecho, los tópicos por algún motivo tienen que crearse, no?)
Y todo esto viene porque yo, hasta hace no mucho, conservaba con gusto una colección de videojuegos bastante decente, que por diferentes motivos tuve que ir vendiendo (lo cual en mi vida había hecho) para conseguir dinero. El tema es que al principio me dolió en el alma, pero según me fui deshaciendo de ellos poco a poco, hasta vender un total de 30 aproximadamente, me quedé con una cantidad ínfima comparada a la que tenía... y soy feliz. No, no me morí, y sí, estoy igual que antes, a excepción de la pérdida de esos objetos que tanto apreciaba, pero con un dinerete extra en el bolsillo.
Comencé a pensar entonces que la vida no es simplemente ganar dinero para gastarlo, aunque tampoco es para hacer una montañita con él y quedarte mirándolo, ya que el consumismo, como todo, en exceso es perjudicial.